Revista Antropología y Derecho.
Centro de Estudios en Antropología y Derecho CEDEAD.
Número 10. Diciembre de 2022
ANTROPOLOGIA, DERECHO y GEOPOLÍTICA.
Dr. Roberto Carlos Abínzano
Profesor Emérito, Universidad Nacional de Misiones
Palabras Clave: Geopolítica; Derecho; Antropología
Fecha de recepción: 10 de octubre de 2022; fecha de aprobación: 1 de diciembre de 2022
“Ahora las guerras se desarrollan fuera del espacio Euclidiano”
(Umberto Eco)
Como este artículo no está destinado a lectores en general, sino a colegas de diversas disciplinas afines, no nos detendremos a desarrollar algunas cuestiones que damos por sobreentendidas, salvo aquellas “eternamente” sometidas a crítica, como: la variedad de paradigmas, teorías, métodos y técnicas, etc. Somos conscientes que ciertos temas no poseen en nuestra ciencia, y en ciencias directamente vinculadas, concepciones y definiciones coincidentes. En esos casos haremos las aclaraciones necesarias. Pero, no polemizaremos aquí. Simplemente expondremos nuestra visión del tema propuesto. Nos interesa, precisamente, instalarlo desde ahora. La aparición en el ciberespacio de “Antropología y Derecho” es una buena oportunidad para difundir estás reflexiones.
Originalmente este texto estaba pensado como una introducción a un libro donde las cuestiones que tratamos ahora serán desarrolladas in extenso. Pero, la oportunidad de adelantarnos a la concreción de ese proyecto, nos alentó a plantear desde ahora, algunos temas que estimamos dignos de un debate y un acercamiento entre quienes puedan tener intereses similares.
Nuestro objetivo es formular algunos interrogantes y señalar problemas que justifican una atención específica en el campo de la antropología y el derecho. Por lo tanto, debemos consignar que, mas que respuestas a dichos interrogantes, nos preocupa fundamentalmente contribuir a la formulación correcta de los problemas seleccionados.
Nuestras preguntas son, entre muchas otras: ¿la geopolítica constituye un campo de interés para la antropología sociocultural? ¿posee la antropología teorías, métodos y técnicas para incursionar en ese campo?, ¿puede la antropología desentenderse de la geopolítica, cuando estudia sociedades complejas contemporáneas o en esas sociedades ?, ¿es una tarea propia de la antropología jurídica investigar el desfasaje entre las acciones geopolíticas concretas y el derecho internacional publico consagrado por las organizaciones internacionales? ¿cuales son las consecuencias e impactos de las decisiones geopolíticas en el interior de los estados?, ¿cuales son los protagonistas no estatales que gravitan sobre las decisiones geopolíticas?, ¿cual es el rol de la geopolítica académica ante la transformación unipolar del poder mundial hacia la multipolaridad?, ¿cual es la mejor construcción transdisciplinaria en la que debe participar la antropología jurídica?, ¿ que lugar ocupan en las decisiones geopolíticas las heterogeneidades étnicas, la multiculturalidad, la diversidad religiosa?, etc. Como puede observarse, se trata de una lista amplia y al mismo tiempo, incompleta y sintética. Cada una de estas preguntas podrían desagregarse en otras mas específicas. Pero, estamos en los comienzos, y eso no significa que no haya colegas ocupados en las mismas cuestiones. Lo cierto es que no existe prácticamente un campo de estudios interconectados con presencia en congresos, encuentros, seminarios y programas y proyectos de investigación. Al investigar la región llamada “Triple Frontera”, hemos concluido, luego de varios años de estudio, que el abordaje de las cuestiones geopolíticas de esta región y de la región mayor del Mercosur y de Unasur eran inevitables.
En los comienzos
Cuando fuimos designados al frente del Centro de Estudios para la Integración Latinoamericana de la UNaM, muchos se preguntaron qué hacía en ese cargo un antropólogo. Este interrogante es explicable, ya que, la idea que se tiene de la Antropología y de las prácticas antropológicas, es, prácticamente nula fuera del ámbito de las ciencias humanas y sociales y mucho más, en el de las demás ciencias. Esto supone la existencia de concepciones erróneas de nuestra tarea.
En muchos casos, estas visiones inexactas tienen un fundamento cuando se define la Antropología como la propia Antropología lo hizo a comienzos del siglo XX. Por entonces, la antigua Antropología de fines del siglo anterior, que se ocupaba de todas las sociedades extinguidas o contemporáneas, partía de una definición omnicomprensiva, generalista, nomotética o ideográfica e histórica muy ambiciosa, pero sustentada sobre pies de barro, porque toda la información heterogénea y de desigual valor disponible no permitía sostener las generalizaciones buscadas. Y, mucho menos, leyes generales. En ese sentido, existía una confrontación, hoy absurda, entre algunos de estos paradigmas. Fundamentalmente entre evolucionista y difusionistas. Mas tarde entre funcionalistas historicistas, etc. Muchos autores lograron unas síntesis muy importantes entre estas diferentes perspectivas.
Las posiciones iniciales, tan generalistas, debieron resignar territorios académicos cuando algunos científicos decidieron establecer una metodología original basada en el trabajo de campo empírico que resignificó el antiguo término de Etnografía y obligó a hacer lo mismo con el de Etnología. La Etnografía se ocupó principalmente de sociedades simples, supuestamente estáticas y bien integradas, que podían ser estudiadas de manera directa por un investigador solitario que debía convivir con una población seleccionada, aprender su lengua, tratar de observar y registras todos los aspectos de la vida y de ser posible, realizar acciones similares para comprenderlas mejor, etc. Esto, dicho de una manera muy restringida.
Fue si como se abrió una era optimista de grandes monografías etnográficas, hasta que el sistema colonial impuso su presencia, de tal forma, que, la ilusión de las culturas aisladas se fue esfumando. O, al menos, reduciendo a grupos muy marginales y arrinconados que, de hecho, todavía existían hasta hace pocos años. Pero, debemos tener en cuenta que en el ámbito de estas grandes estructuras surgidas con el colonialismo, los imperios, la descolonización y las numerosas sociedades emancipadas e independientes, dejaron en su interior una infinidad de pequeños universos nativos, campesinos, culturas criollas o mestizas, barrios urbanos y suburbanos, etc. Y en estas esferas conservó sus técnicas de investigación de campo con un éxito supeditado a la capacidad de visualizar el contexto.
No podemos resumir aquí la cantidad de acontecimientos que llevaron a reformular la Antropología, orientándola hacia el estudio de las sociedades que pasaron a llamarse complejas. Es decir, que, los estudios de ciertas sociedades simples y aisladas pasaron a realizarse en forma conjunta con el tejido envolvente de la sociedad colonial primero y de las sociedades estatales poscoloniales en general, después. De todas maneras, no podemos ignorar que aun aquellas sociedades definidas como simples o primitivas, eran y son también complejas, desde una definición de la complejidad tal como la entendemos actualmente.
Lo cierto es que, los átomos se convirtieron en moléculas y en macromoléculas. Ante los ojos de los antropólogos emergían innumerables nuevas realidades de dimensiones y escalas inhabituales que obligaron a los profesionales a la doble tarea de operar desde teorías generales y, por otra parte, a especializarse cada vez más en temas concretos y específicos (economía, salud, relaciones interétnicas, genero, ecología, religión, etc.). Por su parte, las especializaciones llevaron inexorablemente a la relación con otras ciencias, ya que, un antropólogo dedicado, por ejemplo, a la antropología jurídica, debe, o bien estudiar derecho, o bien trabajar con especialistas de las ciencias jurídicas. Aquí aparece la tan mentada y problemática noción transdisciplinariedad. Personalmente, creemos que este es una camino inevitable y fructífero, siempre y cuando, los científicos de cada campo compartan un mismo paradigma; una misma concepción de la sociedad y la cultura. Y el término trans-disciplinariedad cumple mejor este requisito que Multidisciplinariedad o interdisciplinariedad.
Al abordar la cuestión geopolítica nos hallamos en una situación parecida a los comienzos de este camino. Alguien se preguntará: ¿Qué hacen los antropólogos en cuestiones de geopolítica? Trataremos de comenzar a responder ese interrogante. Por el momento solo nos interesa internarnos en el tema.
Hacia la geopolítica.
“En mundo es ancho y ajeno”
Ciro Alegría, 1941.
Nuestro objetivo es reflexionar sobre las relaciones entre la Antropología Sociocultural, el Derecho y la Geopolítica a partir de dos extensiones diferentes, y dialécticamente determinadas, del concepto de geopolítica, como veremos enseguida.
Estamos atravesando una crisis mundial que abarca todos los aspectos de la vida; una reestructuración del orden global a partir de un caos también global. Las viejas cartografías del poder y las soberanías, están sobrepasadas por flujos de una supra-realidad que relega la dimensión de los territorios, sin ignorarlos, y mucho mas, las formas de poder, control y gestión de los sistemas sociales. Las utopías y distopías dominantes hasta hace pocas décadas se fueron diluyendo, vaciando u olvidando. El centro hegemónico unipolar está dejando paso vertiginosamente a una multipolaridad que parece incontenible. Nuevos centros de poder desafían al “siglo americano” y la hegemonía de EEUU buscada en la postguerra y supuestamente consagrada con la disolución de la Unión Soviética. Pero, como solía afirmar Edgar Morin, la historia presenta sorpresas. Otras formaciones socioculturales y territoriales han comenzado a disputar exitosamente el podio del poder mundial: China, la Rusia “renacida”, India, Japón, Europa, países del sudeste asiático, bloques como el de países latinoamericanos, etc. Y así como el mundo está cambiando en la distribución del poder las acciones geopolíticas se fueron haciendo cada vez mas complejas. Uno de los mayores expertos en geopolítica de la actualidad, Alfredo Jalife Ramhe, dice:
“Estados Unidos y China buscan prevalecer en varios frentes en una guerra multidimensional que involucra al planeta entero. En esa guerra multidimensional Estados Unidos se posiciona mayormente en los frentes militar y alimentario (más sutil), mientras que China pasa a la espectacular contraofensiva en los ámbitos geoeconómico y geofinanciero, cuando el rubro geoenergético lo decidirán básicamente Rusia, la OPEP, Canadá y Brasil. En geoeconomía se asienta un empate técnico entre la Unión Europea y el BRIC (Brasil, Rusia, India y China). De todo lo anterior el carácter híbrido de la incipiente nueva multipolaridad que se subsume en el G-20 y que comparten el viejo G-7 y el nuevo BRIC. La resolución conjunta de los frentes aludidos (geoestratégico, alimentario, geoenérgetico, geoeconómico y geofinanciero) definirá la supremacía global que ya no podrá ser más unipolar (léase: estadounidense), sino eminentemente multipolar” (Jalife Ramhe, 2010: 12)
Hoy las guerras incluyen armas tecnológicas y científicas que operan de manera conjunta con la información, el manejo del medio ambiente, los recursos vitales, las múltiples formas de organización no estatales o para-estatales y, sobre todo, las redes mundiales de las finanzas y la economía. Y es, en este escenario, donde la Antropología Sociocultural aspira a efectuar ciertos aportes en diferentes niveles. La cuestión aquí es saber, o determinar, en que aspectos puede actuar la antropología y la antropología jurídica con sus bagajes actuales o con aquellos que necesariamente deberá construir.
Algunas ideas fuerza parecen haberse alentado como axiomas en todos los modelos geopolíticos por mas enfrentados que estén. Y que son, premisas omnipresentes en la arquitectura jurídica internacional. Pero, lo que los hace diferentes, son los contenidos que se ocultan tras esos significantes. Todos afirman someterse al derecho internacional y todos afirman adherir a sus objetivos. Pero, simultáneamente, todos violan esa arquitectura jurídica en función de sus objetivos aprovechando la impotencia de las organizaciones internacionales para imponer sanciones y además, por poseer una organización antidemocrática que debe ser reformada. Pero, es un tema muy denso que veremos mas adelante.
La geopolítica como tema y como problema.
“La política de los estados reside en su geografía”
Napoleón Bonaparte.
La Geopolítica “esta de moda”. Repentinamente, numerosos trabajos de diferente valor, aparecen en escena abordando el tema. Responden a la necesidad de analizar procesos actuales de diferentes escalas sobre el telón de fondo de categorías como: “sistema mundo”, “globalización”, “imperialismo”, “neocolonialismo”, “mundialización”, “desglobalización”, “geo-estrategias”, “fin de la historia”, “fin de las ideologías”, “choque de civilizaciones” etc. Este interés se vio exacerbado por la guerra que se libra actualmente en Europa entre Rusia y Ucrania (2022), que es, en realidad, una guerra con muchos otros protagonistas en la retaguardia y que reconoce a varios protagonistas no estatales, como todos aquellos que ven afectados sus intereses económicos. Pero también podemos reconocer otro punto de partida en el interés por la geopolítica y es el 11 de setiembre y los atentados a las torres gemelas. Esta cuestión fue desmenuzada por importantes pensadores de las ciencias sociales como Chomsky, Hobsbawm, Said, Zizek, Rapoport, Ramonet, Birbaum, Tokatlian, Galli, Brieger, etc., quienes analizaron “como cambió el mundo” después de los atentados (Tokatilian y Cortes, 2011). Se trata de un punto de inflexión fundamental que obligó a la reconfiguración del escenario planetario.
Obviamente, todas esas ideas y conceptos destinados a designar la complejidad del mundo actual, se relacionan con la geopolítica y, las teorías a las que pertenecen, forman parte de un campo de tensiones y luchas en la arena de las relaciones internacionales. Se trata de categorías que a veces se complementan, se solapan, o bien, sirven para ocultarse. Ese sería el caso del “imperialismo” disfrazado de una neutra e inevitable “globalización”, como sostiene, entre muchos otros, Noam Chomsky (Chomsky, 2005) El término imperialismo fue expulsado para ser reemplazado por todas esas categorías mencionadas anteriormente que no pueden explicar una realidad constatable a cada paso.
En búsqueda de una definición
Luego de analizar numerosas aproximaciones al concepto de geopolítica hemos elaborado la siguiente, con el fin de saber de que estamos hablando en estas argumentaciones concretas.
Comenzaremos por una definición inicial. Entendemos por geopolítica, al conjunto de acciones planificadas y ejecutadas por los estados, destinadas a defender la soberanía sobre sus territorios y su población, así como sus intereses extraterritoriales y sus acciones destinadas a expandir su poder frente al poder de otros estados. Estas acciones, pueden ser militares en sentido tradicional, diplomáticas o, mediante nuevas técnicas de información e inteligencia sustentadas en las nuevas armas tecnológicas y las maniobras económicas y financieras. La geopolítica opera también en las alianzas interestatales, de diferente propósito, y en los foros internacionales de máxima gravitación en el derecho internacional, como las Naciones Unidas.
Hacia el interior de cada estado, operan factores de poder muy diversos, tanto nacionales como internacionales, regionales, organizaciones no estatales, etc. Veremos enseguida en detalle esta heterogeneidad que incide directamente en la geopolítica de los estados.
Hoy, quizá como nunca, las acciones geopolíticas de las potencias han ocupado un primer plano, desde las plataformas comunicacionales e informáticas, que alcanzan dimensiones insospechadas en épocas anteriores. La publicación masiva de documentos clasificados por parte de Julian Assange, Edward Snowden, etc. pusieron al descubierto lo que antiguamente eran los secretos de estado mejor guardados para no delatar sus verdaderos movimientos y los movimientos próximos.
El secreto, que es un elemento presente en toda sociedad, pertenece a las herramientas geopolíticas fundamentales, ya que, de lo contrario, sería como jugar al ajedrez anunciando las futuras jugadas. Hay un espacio de acciones posibles que alcanzan en las grandes potencias una envergadura enorme.
El espionaje es también una herramienta central en la geopolítica. Actualmente, estas practicas poseen una tecnología de tal sofisticación que, puede afirmarse que no existe ningún ámbito totalmente secreto, privado o intimo. Pero en tiempos relativamente cercanos el reclutamiento de los espías, dejemos de lado por un momento la trajinada imagen de la ficción, eran seleccionados en los mas altos niveles académicos y sobre los que no existe casi ningún estudio.
Con respecto al espionaje, servicios de inteligencia, y diversas formas de obtener información acerca de los proyectos y planes de otros estados y de sectores internos del propio estado, las ciencias sociales no han investigado prácticamente nada. Y en la Antropología, en particular, su interés fue prácticamente nulo en los medios académicos e investigaciones. El tema fue tratado por Eric Hobsbawm en su notable autobiografía, cuando describe la participación de muchos e importantes intelectuales de Cambridge como agentes soviéticos y luego, otros, como miembros del servicio de inteligencia británicos. El espionaje tiene en la geopolítica un papel central. Bastaría recordar solamente el aporte de un científico de Cambridge, Alan Turing, para descifrar los códigos secretos de los nazis que fueron fundamentales para ganar la guerra. Dice Hobsbawm:
“Como fui uno de los estudiantes comunistas de Cambridge mas destacados de los treinta, la mayoría de los lectores que pertenecen a la generación de la Guerra Fría sin dudas se preguntarán que sabía de los citados espías. Debería también dar una respuesta. Si, conocí a algunos de ellos. No, no sabía que habían trabajado para los servicios secretos soviéticos hasta que la noticia salió a la luz. Los “cinco pesos pesados” (Blunt, Burgges, Caincross, MacLean y Philby) pertenecían a una generación de estudiantes antes que la mía y mis coetáneos” y agrega mas adelante, que el 90% de los estudiantes comunistas trabajaron para la Unión Soviética.
Luego se refiere a los que se incorporaron a los servicios británicos. Pensemos en la importancia que estas actividades tuvieron en plena guerra fría (Hobsbawm, 2003: 102).
La incorporación de la cuestión geopolítica, es ya moneda corriente en los medios de información y obviamente en diversas disciplinas científicas, como las ciencias políticas aunque, desde nuestra ciencia, la Antropología Sociocultural, estemos todavía en deuda. Y, esto es una verdadera paradoja, ya que, fue un científico muy vinculado a los orígenes de la Antropología, Frederick Ratzel (autor de la Antropogeografía), quien es considerado como uno de los padres de la geopolítica académica y científica, aunque, en realidad, el “autor” del término y primer teórico de ese campo haya sido el sueco Rudolf Kyellén. Muchas veces, los fenómenos ocurren o preexisten antes de ser definidos y designados con un termino que los consagra. A veces se trata de neologismos, como ocurre, por ejemplo, en las ciencias biológicas, pero en las ciencias sociales, en general, se utilizan muchos términos del lenguaje común adaptados a una necesidad especifica. Así, una palabra que expresa una idea muy general y difusa, exige en cierto contexto discursivo, una definición conceptual precisa, que, a su vez, encadenada lógicamente a otras definiciones pasa a formar parte de una teoría y se convierte en categoría. De manera que, el término geopolítica sebe ser considerado en cada caso, también en un contexto categorial o cierre categorial y en el contexto histórico donde es utilizado. Veamos algo sobre la raíz de este término: “geo”.
En este sentido, el primer esfuerzo teórico desde la perspectiva científica, surgió en la Geografía y específicamente en la Geografía Política y, desde entonces, esta ocupa un lugar central. La geopolítica siempre implica a la geografía, pero, actualmente, se halla íntimamente relacionada a otros saberes. (Harvey, 2003). Pero, la geopolítica científica a pasado a ser transdisciplinaria. No existe ninguna posibilidad de abordar este tema desde una sola perspectiva.
Aquí, es necesario efectuar, entonces, una primera distinción. Una cosa es la geopolítica como ideología y teoría en acto; como conjunto de acciones de políticas publicas; como estrategias aplicadas por un estado-nación o sistema sociocultural en sus relaciones con otros estados y otros sistemas, (desde ahora GP-I) y, otra muy diferente, es la ciencia (o ciencias) que estudia esas políticas en su concepción y en sus concreciones, llevadas a cabo por diferentes tipos de sistemas socioculturales, principalmente estados, imperios o asociaciones interestatales, en relación a otros sistemas similares o diferentes, en materia de soberanía, territorialidad, apropiación de recursos, etc. (desde ahora, GP-II). Podemos ilustrar esta diferencia mencionando, por ejemplo, la existente entre la historia y la Historiografía.
En ambos casos, la geopolítica posee un carácter multidimensional. En el primer caso, (GP-I) junto a los estados actúan las grandes corporaciones multinacionales y las redes financieras globalizadas, constantemente involucradas en la política, incluso, hegemonizándola directamente ocupando espacios de gobierno y muchos otros factores no estatales, y fundamentalmente, las relaciones entre las estrategias geopolíticas y el derecho internacional publico y privado. Este carácter complejo se acentúa si incluimos el análisis de las relaciones del estado central con las jurisdicciones que lo conforman: provincias, estados, municipios, regiones, etc. Y este aspecto, de consecuencias intraestatales, es fundamental. Los impactos de decisiones geopolíticas son muy diferentes en los diversos subsistemas que conforman el sistema mayor.
En el segundo caso (GP-II), cada vez son mas las disciplinas interesadas en estos procesos, que tuvieron su origen en la antigüedad como hechos históricos concretos y luego, en la geografía y la historia como espacios académicos. La tendencia, ante la complejidad multinacional, es, obviamente, la transdisciplinariedad, (insistimos en ello) en este último caso con una exigencia de coincidencias teóricas. Luego de lo expuesto es necesario insistir en que la geopolítica, (GP-II), sea cual fuere su grado de vinculaciones y combinaciones interdisciplinarias, implica siempre la variable geográfica y territorial y la fuerza militar, potencial o activa, para imponer su poder y soberanía. Pero estos no son los únicos componentes cruciales. Ya hemos advertido sobre la enorme cantidad de factores que se suman a las acciones tradicionales. Con solo observar las sanciones económicas impuestas a algunos estados constatamos la presencia ensamblada de múltiples factores.
La geopolítica actual (GP-I) ha dejado de ser una actividad y potestad exclusiva de los estados, aunque formalmente y jurídicamente lo sea. Hace ya mucho tiempo, posiblemente mucho mas del que alcanzamos a visualizar desde nuestra época, que existen otros factores poderosos ya mencionados, actuando sobre los estados, determinando o influyendo sus decisiones y estrategias. Pensemos, por ejemplo, en los grandes fabricantes de armas, que son privados, como es el caso de EEUU o Gran Bretaña. En estas potencias capitalistas muy poderosos, los presupuestos militares alcanzan un porcentaje altísimo que están en manos de empresas privadas.
En otros países, la fabricación de armas corresponde exclusivamente al estado, como en Rusia o China. En estos últimos, la fabricación de armas esta destinada a países que no poseen esa producción. Y estas ventas condicionan ciertas contraprestaciones y reciprocidades políticas. De manera que el mercado de armas se convierte en un campo decisivo en lo geopolítico.
La fabricación de armas no es solamente, entonces, para una guerra propia sino para las guerras de otros, sean aliados o no.
Este comercio se exacerbó con la reactivación de la “nunca exhausta” guerra fría, que en nuestros días se ha complejizado por la multipolaridad de centros de poder que pugnan por rediseñar el orden mundial unipolar establecido tras el colapso de la URSS y que hoy se halla, según muchos especialistas en una crisis terminal. Esta crisis de la unipolaridad hegemónica capitalista no significa que la bipolaridad o la multipolaridad permitan la emergencia de un orden no capitalista. Hablar de un “post-capitalismo” parece improbable e ilusorio. Pensamos en una redefinición o reforma radical mas que en una extinción. Se trata de una constatación objetiva observando las políticas concretas de los países del mundo de los cuales contamos con esa información fiable.
No existe prácticamente ningún estado cuya economía no sea capitalista según diferentes modalidades. Quizá una excepción sea hoy Corea del Norte, pero aun en ese caso es dudoso que no posean relaciones capitalistas con otros estados mas allá de su organización política comunista interna.
Pero lo que, en cambio, parece haber llegado a su fin, es la hegemonía unipolar construida por EEUU en la postguerra y mas aún, luego de la disolución de la URSS.
Buscando ideas, conceptos y categorías.
Ahora debemos establecer un punto de partida categorial y este será la categoría de Formación Socio Económica y Espacial (Milton Santos), modificada para nuestros objetivos. Una formación, definida en este sentido, esta conformada por al menos dos modos de producción dialécticamente determinados. Y, a su vez, cada uno de ellos presenta medios de producción, relaciones sociales de producción y fuerzas productivas, infraestructuras y superestructuras, etc., en un momento histórico dado. Como el espacio es construido socio-culturalmente, debemos agregar a esta definición dos matices fundamentales. Uno, es fusionar el concepto de cultural con el de social, por considerar que ambos conceptos son inseparables y el otro, es la denominación de territorio a todo espacio natural transformado y apropiado por el hombre, tanto de forma practica como simbólica. De manera que nuestra definición es: Formaciones Socioculturales Territoriales, donde la economía, derecho, territorio, etc. forman parte de la categoría sociocultural. Así, las FSCT serán nuestro horizonte y dentro de la inmensa variedad de FSCT que han existido y existen, nos ocuparemos exclusivamente de lo que la Antropología ha definido como Sociedades Complejas y, a su vez, dentro de estas, las que poseen un estado como arquitectura institucional mas compleja. Una FSCT puede, sin embargo, desbordar los límites de un estado y ser transestatal.
Los estados son entidades heterogéneas; integradas por clases sociales, regiones, organizaciones sociales de diferentes características, conflictos, tensiones, diversidades étnicas, etc.
Los procesos globales se realizan en los estados. No existen organizaciones de mayor complejidad, que son la matriz de las estrategias geopolíticas de los FSCT como afirma correctamente Saskia Sassen:
“Estamos atravesando una transformación que marcará una época, que aún es incipiente pero ya esta mostrando su gran fuerza. Con el tiempo la hemos denominado “globalización”. Últimamente se le ha prestado gran atención al aparato emergente de las instituciones y las dinámicas globales, pero, si bien se trata de un cambio trascendental, esta transformación todavía no ha incorporado del todo la arquitectura mas compleja que hemos producido los seres humanos: la arquitectura del estado nación. En efecto, las instituciones y los procesos globales presentan un grado de desarrollo relativamente inferior al de las esferas privadas y publicas de cualquier país que funciones con cierto nivel razonable de soberanía” (Sassen, 2010:19)
Resumiendo, esta presentación categorial digamos lo siguiente: Cuando hablamos de la categoría Formación Social, tal como fue formulada por Marx, observamos que ha sido empleada tradicionalmente como aplicable a un estado. En otras palabras, la combinación de modos de producción, con uno de ellos como dominante, concerniría a los límites de un estado. Pero, es imposible no extender esta categoría, adaptándola a los nuevos ensamblajes internacionales, formación de bloques alianzas imprescindibles para enfrentar la emergencia inevitable de un mundo multipolar.
Los conflictos y luchas en estos modos de producción y, sobre todo, sobre las relaciones sociales de producción se encuentran, en el mundo globalizado, directamente afectados por la economía multinacional. Y esta internacionalización de las formaciones sociales nos enfrenta a una urgente necesidad de formular las categorías necesarias para una adecuación acorde a la complejidad actual.
La geopolítica, entonces, en ambos sentidos mencionados, (GP-I y GP- II) ha existido desde siempre, pero debemos por obvias razones de espacio ocuparnos de las sociedades complejas estatales contemporáneas para poder reflexionar sobre el rol de la antropología en la investigación concreta que nos ocupa. Solo haremos un muy breve recordatorio de algunos hitos. Pero, consignando que, conocer todos los antecedentes es fundamental para la profundización de esta problemática.
Desde sus orígenes, los grupos humanos debieron crear prácticas vinculadas a su adaptación a los espacios naturales convirtiéndolos en territorios, es decir, humanizándolos y apropiándose de ellos. Aún los grupos mas simples, como las bandas de cazadores, recolectores, pescadores, etc. buscaron garantizar su supervivencia compitiendo con otras especies o bien, con otros grupos humanos. En el sentido tradicional estas serían sociedades simples, primitivas, etc., es decir, no complejas. Pero, si aplicamos las ideas de complejidad actuales estos sistemas socioculturales serían también complejos, como dijimos anteriormente.
Al producirse la revolución neolítica y la sedentarización consecuente, esta relación con los territorios se transformó multiplicando las practicas destinadas a resguardar la apropiación del territorio, es decir, su soberanía.
Podría describirse una secuencia de sucesivas etapas lógicas y cronológicas de transformaciones de los sistemas socioculturales (SSCT) en función de sus estrategias de territorialización y la gran pluralidad de situaciones diversas en los distintos continentes, épocas históricas y posiciones geográficas y eco-ambientales. Por lo tanto, debemos hablar de geopolítica en un sentido mas análogo a su acepción moderna, recapitulando solamente la aparición de los estados prístinos, cinco mil años atrás, en Mesopotamia y en Egipto. Fue en estas sociedades donde se comenzaron a realizar las obras de ingeniería e infraestructurales que permitieron la emergencia de densos sistemas institucionales. Y sorprende comprobar que, desde sus mismos inicios poseyeran una cantidad tan grande de funciones e instituciones. Ostentaban un tejido rural/urbano; centros ceremoniales; mercados, clase sacerdotal y militar; cortes aristocráticas, numerosos oficios, una burocracia bien organizada y en ciertos casos algunos intelectuales como juristas, poetas, historiadores, etc. Eras sistemas con estado y urbanismo y apelaban a la fuerza para imponen su poder y soberanía.
Muchos mas adelante, algunas ciudades/estado fueron centros fuertemente autónomos pero poseedores de redes comerciales y fuerzas militares poderosas que garantizaban las practicas mercantiles y la seguridad de los itinerarios.
Aquí debemos recordar una distinción que realizan algunos autores en la utilización del termino territorio distinguiendo entre el espacio y el espacio realmente utilizado y ocupado. En este segundo caso, se estaría hablando de territorio. Para nosotros, sin embargo, territorio es todo espacio ocupado, modificado, etc. por la sociedad humana, pero, también a los espacios vacíos incorporados a las soberanías de los estados, aunque solo hayan sido ocupados simbólicamente y jurídicamente en los mapas, y consagrados en los tratados. Por ejemplo, el inmenso espacio de Brasil no fue ocupado por este estado hasta épocas muy recientes, pero sus fronteras quedaron establecidas por la diplomacia, las acciones imperiales británicas y algunas guerras.
Los estados no surgieron repentinamente, pero si, fueron sistemas emergentes, en el sentido del paradigma de la complejidad. Luego de varios miles de años “de preparación” viviendo en aldeas indiferenciadas, aparecen alrededor de un centro atractor religioso y político los primeros conglomerados urbanos. No fue una sumatorio de elemento sino un salto cualitativo caracterizado por la aparición de lo que se llamo a partir de entonces: la civilización. Esta revolución urbana es consubstancial con lo que llamamos civilización. Y, lo que interesa señalar aquí, es que las ciudades, que poseyeron desde apocas muy tempranas una gran diversidad de funciones, adquirieron un carácter militar y expansivo derivó muy rápidamente en los primeros imperios, acuciados por el aumento de la población, la necesidad de nuevas tierras, el dominio del agua y la incorporación de mano de obra.
A partir de estos procesos históricos, como ondas que se dispersan en la superficie del agua cuando alguien arroja una piedra, los imperios fueron cada vez mayores, mas violentos y mas “trituradores” de identidades étnicas sometidas. Es una experiencia muy interesante leer el Atlas Histórico de Georges Duby en el cual, en 300 paginas exhibe 301 mapas, muy detallados sobre la expansión de los estados e imperios desde sus orígenes. (Duby,1987).
Para autores como Wallerstein, el sistema mundo comenzó en 1492 con la llegada del Imperio Español a América, y denominó a esta nueva realidad, pero nosotros creemos que ya la tendencia expansiva estaba presente en los primeros imperios. La diferencia, en todo caso, radica en la magnitud de esa expansión, pero, si observamos el ciclo histórico que condujo hasta el imperio español, sorprende que desde el primer imperio que conocemos hasta la actualidad nunca ha dejado de existir una FSCT imperial. Y, si cotejamos esta afirmación con lo que sabemos de la existencia de guerras vinculadas a estos imperios, constatamos que en solo 800 años “discontinuos” no se registraron guerras a lo largo de 5000 años, suponiendo que tengamos toda la información necesaria. El estado derivó en imperio y es todavía el centro de todo análisis geopolítico, como hemos visto. Es obvio que la existencia de FSCT como los Mongoles, por ejemplo, o los Tártaros y Hunos ameritan una discusión específica sobre si poseían o no algo asimilable a la idea de estado, aunque como los ha denominado Darcy Ribeiro, fueron imperios pastoriles nómades (Ribeiro, 1972). En cuanto a sus dimensiones, el Imperio Mongol ocupó una extensión de aproximadamente 30 millones de km2, solo superados mucho después, en el momento de su mayor esplendor, por el Imperio Británico con 32 millones de Km2.
La antropología ante la complejidad estatal, colonial e imperial.
Ya en un articulo anterior[1] establecimos la diferencia entre estudiar una sociedad compleja y hacerlo EN una sociedad compleja. Casi toda la Antropología moderna y actual realiza estudios localizados EN sociedades complejas. Hay, sin embargo, un caudal importante de investigaciones que se ocupan de los macro-procesos y de las macro-estructuras. Y esta tendencia, que se halla en el nacimiento de nuestra ciencia y que se redujo con el funcionalismo y el particularismo al estudio de pequeños universos, como el único ámbito de investigación de los profesionales especializados, con formación específica y practicas de investigación definidas y peculiares (trabajo de campo, etnografía) se transformó radicalmente con la toma de consciencia del colonialismo y el surgimiento de nuevos tipos de sociedades hibridas y de lo que Georges Balandier llamó “situación colonial”, que el definía de la siguiente manera:
“La situación impuesta por una minoría racial y culturalmente diferente, que actúa en nombre de una superioridad racial o étnica y cultural, afirmada dogmáticamente. Dicha minoría se impone a una población autóctona que constituye una minoría numérica, pero que es inferior al grupo dominante desde el punto de vista material”
“Esta dominación vincula en alguna forma la relación entre civilizaciones radicalmente diferentes. Una sociedad industrializada, mecanizada, de intenso desarrollo y de origen cristiano, se impone a una sociedad no industrializada, de economía atrasada y simple y cuya tradición religiosa no es cristiana. Esa relación presenta un carácter antagónico básico que es resuelto por la sociedad desarrollada mediante el ejercicio de la fuerza, un sistema de seudo-justificaciones y un patrón de comportamientos estereotipados operando en la relación. La situación colonial es una situación total.” (citado en Neufeld, M.R, 2010)
Precisamente, fue la toma de consciencia de los contextos de las comunidades estudiadas (aborígenes, campesinas, enclaves urbanos, etc.) lo que llevó a incluir en nuestros estudios las sociedades envolventes en lo que Balandier denominó “situación colonial”. Pensemos en los estudios sobre campesinado llevados adelante, por ejemplo, por O. Lewis, A, Palerm, E. Wolf, R. Redfield, S. Mintz, J, Steward, etc., dentro de la Antropología de EEUU, que se generan luego de una especialización previa del estudio de los grupos originarios americanos, reducidos, acorralados y marginados. Algunos fueron asimilados completamente. Trabajos muy célebres, como los Ruth Benedict sobre Japón o de Margaret Mead sobre la sociedad contemporánea siguieron ese camino. También la Antropología británica comenzó a realizar estudios sobre las sociedades hibridas emergentes del sistema colonial.
Fueron también los intelectuales del tercer mundo los que comenzaron a pensar la antropología desde la complejidad del sistema mundo, ellos mismos realizaban sus practicas en sociedades complejas y, si bien en los comienzos de nuestra disciplina en la vida académica pensaron en las minorías indígenas y campesinas con “la cabeza” alimentada por categorías del pensamiento hegemónico occidental, y fueron adecuando progresivamente sus teorías y métodos a la realidad compleja de sus sociedades reales. No es cierto que los grandes lideres de los movimientos anticolonialistas y emancipatorios hayan rechazado de plano a las ciencias sociales de los países hegemónicos, algunos utilizaron esos conocimientos para diseñar sus políticas de rebelión y liberación, como podría ser el caso de Homo Kenyata, discípulo y tesista de Malinowski. Existe muchos otros ejemplos que sería de gran interés recopilar y sistematizar.
No es nuestra intención historiar la densa trayectoria de la Antropología a lo largo de muchas décadas de debates, controversias, bifurcaciones paradigmáticas, aproximaciones interdisciplinarias, especializaciones, etc. Nuestro interés se orientó y orienta desde hace muchos años a practicar una Antropología EN y DE regiones de fronteras internacionales cada vez mas difusas. Nuestros objetivos nos llevaron a intentar integrar estas dos dimensiones.
Llegamos a la geopolítica investigando un universo preciso y acotado, la región de fronteras entre tres estados: Argentina, Brasil y Paraguay y en forma simultanea los procesos de integración de América Latina y dialécticamente su impacto en dicha región. En este escenario concreto, observamos el impacto de las políticas públicas y su componente geopolítico. Un tratado como el Mercosur, por ejemplo, tuvo un efecto inmediato sobre las poblaciones regionales de las fronteras.
Como autocritica, en relación a nuestras investigaciones, podemos afirmar que, si bien pudimos realizar muchas tareas vinculadas a la integración de América Latina y publicar un libro sobre el Mercosur, cuando este acababa de ser creado y que tuvo tres ediciones y que fue muy consultado, nuestro conocimiento del derecho internacional solo comenzó a progresar luego de varios años. De manera que, por esa experiencia concreta, debemos afirmar la necesidad de un trabajo conjunto con profesionales del derecho. Y ahora, frente a las cuestiones geopolíticas, esta colaboración de espacios es imprescindible.
La geopolítica académica
En sus orígenes, la geopolítica reconoce a cinco pioneros que deben ser mencionados ineludiblemente: Friedrich Ratzel, Rudolf Kjellén, Alfred Mahan, Halford Mackinder y Karl Haushofer. Estos autores son, fundamentales para conocer la matriz ideológica, científica y política que nace en los dos primeros autores y se desarrolla en los tres últimos, con la formulación de teorías concretas para un mundo diferente al nuestro, pero inerciales en el pensamiento actual. Estas ideas que se debatieron en numerosos círculos de Europa y America (EEUU), dejaron innumerables discípulos ortodoxos y heterodoxos, y es necesario conocerlos en un revisión mínima de la historia geopolítica, advirtiendo que se trata de una síntesis muy apretada.
Federico Ratzel elaboró algunas ideas y categorías que aun hoy poseen vigencia. Son, obviamente, las mas generales. Siempre se lo ha considerado un “determinista geográfico”, pero su determinismo fue mucho mas moderado y matizado que el de algunos de sus seguidores. Ratzel concebía la sociedad como un organismo vivo que cumplía un ciclo de existencia adaptándose a su entorno geográfico. La posesión y explotación exitosa de un territorio era fundamental para su supervivencia. Algunos ejemplos históricos le dan la razón. Ciertas sociedades que responden a la definición clásica de Modo de Producción Asiático, o Imperios de regadío, etc., sucumbieron cuando sus tierras se agotaron mientras sus poblaciones crecieron. Para explicar esta necesidad de apropiación territorial imprescindible, Ratzel acuñó un término que tendría un destino inimaginable sin su responsabilidad. Ese concepto era: “el espacio vital o Lebensraum”. Luego, Karl Haushofer, desarrollo la idea del espacio vital, que fue uno de los objetivos del nazismo y su expansión, pero no pueden acharse a estos autores las conclusiones extraídas de sus ideas por el régimen nazi. La geopolítica quedo totalmente desprestigiada y se convirtió en sinónimo de imperialismo, dictadura y genocidio.
Pero, la sociedad es incomprensible sin su arraigo y anclaje territorial y su supervivencia depende de una adaptación que obedece a ciertas leyes naturales y evolutivas y los productos culturales. Ratzel, al que siempre se lo vincula al difusionismo, era, en realidad, un evolucionista darwiniano. Fue el creador de la Antropogeografía, como ya dijimos, y de allí su legítima inclusión en el árbol genealógico de la Antropología. Recordemos que también escribió sobre Etnografía, Etnología e Historia. No podemos ampliar mucho mas la exposición de sus aportes, pero consignemos que sus contribuciones fueron fundacionales para un tipo de investigaciones necesarias para nuestra disciplina en su etapa embrionaria. Ratzel aportó la inclusión del territorio, así como Haeckel había incluido la ecología en la teoría darwiniana, es decir, el papel del medio ambiente en la adaptación y evolución de las especies. Entre estos dos autores hubo una relación y una concordancia.
Por su parte, Rudolf Kjellén, científico sueco muy vinculado a la ciencia alemana de su tiempo, continuo la obra de Ratzel vinculado la geografía con la política y la economía. De allí su definición de geopolítica (1899). Aquí ya vemos como las ideas de su maestro cobran mucho espesor semántico. La geografía, la disciplina de Kjellén, pasa a integrar una sinergia científica interdisciplinaria. Su visión era evolucionista, determinista y organicista. Esta perspectiva condujo a una complejidad epistemológica que ya se instalaría definitivamente.
Los tres autores citados en segundo termino crearon tres modelos geopolíticos diferentes aunque muy vinculados, que se reconocían herederos de las obras de Ratzel y Kjellen en su darwinismo social, su organicismo, su determinismo geográfico, su aspiracion a explicar los fenómenos considerados por medio de leyes naturales, etc. Luego, alguno de ellos se alejaron en parte de este origen. De todas maneras, como estamos en la era de los post… podemos hablar de una actualidad post-modelos clásicos geopolíticos y considerar una geopolítica de la complejidad, donde numerosos actores inexistentes en el pasado, están jugando un rol crucial en las relaciones internacionales intertatales en su enorme densidad actual. Ninguna organización interestatal y supra estatal alcanzó la posibilidad de aplicar sanciones efectivas en caso de conflictos y contenciosos para los cuales solamente emitió herramientas jurídicas que quedaron en la nada. Pensemos simplemente en las resoluciones sobre Malvinas o sobre Palestina que nunca tuvieron aplicación práctica.
Hoy, estamos atravesando una etapa mundial de grandes transformaciones que afectan a todo tipo de FSCT, hasta en los rincones mas apartados de la tierra. Vivimos tiempos de crisis económicas, energéticas, ambientales, sociales nunca vistas en el pasado. La incertidumbre es la norma. Y es precisamente esa perplejidad la motivación mas fuerte para exacerbar todas las acciones geopolíticas de carácter belicista y que se manifiestan en las guerras hibridas que son militares, pero también y fundamentalmente, económicas, tecnológicas e informáticas. Se trata de una etapa evolutiva que se despliega y emerge ante nuestros ojos de antropólogos que siempre llevamos en algún rincón de “nuestro corazón” esa noción de evolución que adquirimos al nacer como ciencia que se combina con los estudios de difusión y expansión.
El complejo esquema evolutivo, neoevolucionista y multilineal, de Darcy Ribeiro, por ejemplo, ya está desactualizado a pesar de haber sido en su momento una audaz y estimulante novedad respecto a los esquemas clásicos. En esa propuesta, la difusión aparece como un mecanismo de la evolución. Hay diversas líneas filogenéticas evolutivas y también numerosos procesos de frentes de expansión territorial a lo largo de la historia. (Ribeiro, 1972)
La geopolítica, como práctica ejercida a partir de múltiples conocimientos y tecnologías, es hoy una posibilidad de supervivencia, resistencia o extensión de su soberanía para muchos estados. Pero, las relaciones internacionales están muy lejos de ordenar la complejísima trama de relaciones multiescalares, multipolares, globales y anti-globales, hegemónicas y contra-hegemónicas, etc. Entre otras cosas, porque los actores actuales del mundo conforman un enjambre de entes estatales y privados que ejercen “soberanía” a distancia, sin necesidad de ocupaciones territoriales, sino mediante apropiación de recursos, intervenciones financieras, presiones sobre el poder político gubernamental, manipulación de los grandes medios de comunicación e información, programas de “ayuda” de diversa índole, y muchísimas otras formas.
Las organizaciones interestatales mundiales o regionales son importantes protagonistas de derecho internacional pero poco efectivas a la hora de concretar sus resoluciones, por carecer de una fuerza de coerción, mas allá de casos muy especiales en los que delega esas funciones punitivas.
Podríamos señalar que los entes que operan en la arena geopolítica son, en primer lugar, los estados, luego las asociaciones de estados de alcance mundial (ONU, etc.) y también las de alcance parcial o regional (OEA, CELAC, etc.), las asociaciones de entes no estales o privados (Davos, etc.), las de carácter multipropósito altermundista (Attac, FSM, etc.), etc.
La ONU, por su parte, posee innumerables entidades u organismos especializados en diferentes áreas, más de setenta, como UNESCO, OMS, BIRF, CEE, CIADI, FAO, FMI, OIT, PNUD, UNCTAD, UNICEF, y muchas más. Es innecesario decir que muchas de estas organizaciones juegan un rol central en las contiendas geopolíticas actuales. Pensemos solamente en el FMI y sus recetas de ajustes estructurales al servicio de los partidarios del neoliberalismo impuesto por diferentes métodos a ciertos países.
A diferencia de la obra de Marc Abeles: “Antropología de la Globalización”, nuestro enfoque, que posee muchos puntos de contacto con dicho texto, se ocupa específicamente de la geopolítica. En este campo de investigación debemos señalar cuáles son algunos de los desafíos que un antropólogo debe enfrentar ante este objeto complejo y multidimensional.
Ocurre en este caso, como en muchas otras especialidades, que el antropólogo necesita adquirir conocimientos mínimos sobre alguna disciplina co-extensiva al tema. Por ejemplo, quien estudia Antropología Económica debe, o bien estudiar economía o bien, investigar junto con un economista. Lo mismo ocurre con la Antropología Médica, Lingüística, de Género, Histórica, etc. Solo hay dos caminos: uno, es estudiar la ciencia necesaria para no caer en errores técnicos, teóricos, metodológicos, etc. La otra alternativa, es la interdisciplina o la transdisciplinaria. Nos inclinamos por esta última alternativa. La transdisciplina requiere una misma perspectiva teórica general sobre la definición del objeto y sus problemáticas. Sirve de muy poco que cooperen científicos que poseen perspectivas muy contratantes para llevar adelante una investigación. Es muy diferente si se trata de debates o polémicas, naturales en cualquier disciplina. Pero analizar, por ejemplo, la incidencia de los factores económicos en las decisiones geopolíticas, reuniendo a un keynesiano, un neoliberal, un libertario o un socialista ortodoxo, no puede arrojar buenos resultados.
La publicación de este artículo en “Antropología y Derecho” es solo una muestra de los logros obtenidos en varios años de trabajo conjunto entre antropólogos y juristas,
¿Que necesitamos los antropólogos para avanzar en nuestros objetivos? En nuestro caso, nos enfrentamos a un tema/problema de una extraordinaria complejidad. Para poder abordarlo debemos conocer, en primer lugar, las teorías geopolíticas desde su definición por Kjellén y los modelos derivados de esta teoría hasta la actualidad, en sus aspectos fundamentales. Luego, debemos conocer de manera ineludible, el derecho internacional, tanto el público como el privado; las estrategias de las grandes corporaciones multinacionales financieras; la estructura y funciones de los organismos interestatales; las organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales; las políticas internacionales de los bloques de países; el papel crucial de los medios de comunicación e información; el desarrollo de la ciencia y la tecnología en manos asimétricas; etc. Se trata de un panorama exigente, muy denso y plagado de dificultades. Y, obviamente, no podemos ignorar el aporte que las propias instituciones militares han producido en este terreno, ya que inevitablemente, toda geopolítica incluye el uso de la fuerza bajo la forma de guerra o de disuasión.
Una vez superados estos escollos recién estaremos en condiciones de situar el locus antropológico en la escala seleccionada y que abarca gran cantidad de posibilidades que van desde la complejidad misma de la totalidad (hipotética) hasta problemas concretos como los impactos de la geopolítica (GP-I) en sectores específicos. Cada uno de estos niveles demandará metodologías (estrategias lógicas) y técnicas específicas y adaptadas al objeto seleccionado, por ejemplo, las técnicas etnográficas.
Durante muchos años investigamos los impactos de la integración bajo la forma del tratado de integración entre Argentina y Brasil y Paraguay luego del Mercosur. Al comenzar este ciclo estudiamos, por un lado, los antecedentes de proyectos de integración en América Latina desde su independencia. En ese recorrido surgió de manera transparente el papel de las potencias externas en dicho proceso. En otras palabras, las acciones geopolíticas de los imperios como el español, el portugués, el inglés, el francés, el holandés, y el naciente imperio de EEUU, que fueron ocultados en la educación oficial en todos sus niveles. De manera tal que, nos hemos considerado independientes sin auto-percibirnos en un escenario geopolítico que nos convertía en neo-colonias o si se prefiere en países dependientes.
El segundo nivel de investigación se ocupó de la forma en que la integración impactaba en ciertos sectores sociales específicos. Fue así como comenzamos a estudiar la formación espontánea de redes de movimientos y organizaciones sociales
transnacionales en la región de fronteras entre Argentina, Brasil y Paraguay. Ese fue el campo más propicio para prácticas etnográficas antropológicas. Y al decir prácticas, nos referimos a su carácter técnico-metodológico-reflexivo. Pero la antropología con mayúscula, se sitúa en el plano teórico. Nunca podemos identificar la etnografía con la antropología mediante una fusión incorrecta; son niveles diferentes, aunque dialécticamente conectados.
Por esa razón, el estudio en profundidad del caso mencionado nos llevó de regreso a considerar la totalidad hipotética de la situación geopolítica y a profundizar en esta dimensión. Se trataba de una región transnacional (FSCT). Desde el punto de vista etnográfico debimos adoptar técnicas surgidas en el estudio de redes que se manifestaban en diferentes locaciones con el agregado de que estas locaciones estaban situadas en diferentes países, regidos por una obvia heteronomía. Fue así que definimos la frontera como una región y no como una línea jurídica y política exclusivamente, aunque esta línea de frontera fuera insoslayable y quedara en el corazón de la región.
Ni el Mercosur, ni la Unasur o la Celac alcanzaron etapas de desarrollo en las que estuvieran en condiciones de formular líneas geopolíticas comunes. Se trata de un paso muy difícil de alcanzar, como lo demuestra en la actualidad, el caso de la Unión Europea frente a la guerra de Ucrania. Los factores económicos están jugando allí un rol central que incluso ha generado una crisis en el seno de la OTAN, una organización creada específicamente con objetivos claramente geopolíticos.
Es cierto que los cambios políticos e ideológicos de los países del Mercosur influyeron directamente en la aplicación de los tratados inter-estatales. El Mercosur de gobiernos progresistas derivó en un crecimiento bajo la forma de UNASUR y CELAC. Mientras que la llegada de gobiernos neoliberales comenzó a desarmar el proyecto integracionista o bien a orientarlo hacia un alineamiento con EEUU mediante muchos tratados parciales que remplazaban al ALCA. Lo cierto es que la integración, si solo apunta a las relaciones económicas o comerciales, y no llega a ensamblar acciones políticas internacionales que abarquen numerosos aspectos de nuestras sociedades esta destinada al fracaso. Y, por otra parte, ha quedado demostrado en la actualidad que la integración de América Latina debe hacerse sin la OEA y sin vinculaciones con la OTAN. No contra ellas, sino, sin ellas
Geopolítica, derecho y antropología
Este es un tema fundamental y de gran interés antropológico y jurídico. Podríamos resumirlo con esta pregunta, como puerta de entrada al tema: ¿Cuál es el grado de adecuación, aceptación, cumplimiento y observancia de las estrategias geopolíticas al derecho internacional público y privado (positivo) aceptado por la mayoría de los países del mundo?
Si tomamos como referencia las Naciones Unidas podemos realizar un cotejo entre sucesos concretos acaecidos en tiempos recientes y las normativas emanadas de esta institución que es la de máxima magnitud como organización interestatal mundial. A pesar de sus dimensiones y el papel indudablemente rector en las relacione internacionales, la ONU carece de la capacidad de coerción que le permitiría la aplicación de sus resoluciones.
Por fuera de esta arquitectura jurídica, existen otras formas de sistemas y entramados de gran poder efectivo que presionan sobre estas normativas con diversas consecuencias y que no son estatales. Las Naciones Unidas, a su vez, poseen numerosas instituciones especializadas en diversos temas, cada uno de los cuales se convirtió en un espacio en el que se dirimen cuestiones geopolíticas. Pensemos, por ejemplo, en la CEPAL y sus políticas económicas sugeridas y diseñadas para América Latina. Estas iniciativas nunca fueron exclusivamente económicas porque la economía siempre es en realidad economía política, y las recomendaciones de esta institución fueron generalmente adoptadas durante o después de conflictos y conmociones políticas, golpes de estado, desestabilizaciones en tiempos de crisis y, en definitiva, a partir de ideas y concepciones económicas vinculadas con la expansión y dominanción de cierto tipo de capitalismo. Sería erróneo, no obstante, atribuirle a la CEPAL estrategias inmutables. Sus cambios a través del tiempo fueron muy significativos. Recordemos la autocritica radical formulada por su ex Secretario Ejecutivo Raúl Presbih en relación con la dependencia, el desarrollo y los términos del intercambio y sobretodo, con el capitalismo neo-liberal que ya asomaba siguiendo las ideas de autores como Milton Friedman a quien Presbich dedicó un libro en franca oposición a sus doctrinas. Podríamos encontrar muchos ejemplos similares en algunas de las numerosas ramas de la ONU. Si bien, en principio estas organizaciones deberían ser neutrales ante los países donde actúan, en la práctica no ocurre eso.
La guerra como norma
El célebre geógrafo político Ives Lacoste, afirmaba que la geografía era para hacer la guerra, sugiriendo que el desarrollo de la disciplina habría estado ligado a las disputas y expansiones territoriales. Hoy las guerras no son la única característica de la geopolítica (GP-I) que comprende múltiples factores y esferas y que, por lo tanto, también requiere de diversas ciencias aplicadas a la acción o bien destinadas a explicar los procesos (GP-II). Sin embargo, hasta que otros actores comenzaron a ocupar espacios de poder extraestatales, fue sin dudas la Geografía la que poseía mayor peso en las estrategias geopolíticas. En ese caso, pensamos en una geografía ya compleja que se ocupaba no solo de problemas de territorios en función de soberanías, sino de estudios de población, recursos, modelos de ocupación del espacio rural y urbano, vías de comunicación y transporte, etc.
Umberto Eco, de una manera muy sencilla y ensayística, ha formulado una tipología de las guerras de dos taxones: Paleoguerras y Neoguerras. Las primeras fueron las guerras entre dos contendientes bien definidos. Se trataba de agredir o defenderse. El enemigo era siempre externo. Se practicaba el espionaje tradicional con paleo-técnicas. El enemigo poseía una definición aceptada por toda la sociedad. Solo, cuando las sociedades en pugna eran imperios, existía la posibilidad de perturbaciones y reacciones adversas en el seno del conjunto. Muchos de los imperios, quizá la totalidad de ellos, eran un producto de paleoguerras. Pero, en las guerras contemporáneas y actuales, ese panorama tan simple se ha modificado cualitativamente. Las neoguerras incluyen armas nuevas que derivan de las grandes transformaciones científicas y tecnológicas; la utilización de sanciones y maniobras económicas; el espionaje generalizado basado en tecnologías que permiten controlar a distancia cualquier región del mundo; la innumerable masa de información que circula en toda clase de medios de comunicación; el control de los recursos vitales del planeta; el entrecruzamiento de numerosas redes de intereses que traspasan las fronteras con flujos de difícil identificación, etc. Estos son algunos de los componentes de la “guerra hibrida” o “neoguerras”. (Eco, 2007: cap. I, p.18)
La antropología no se ocupó prácticamente de temas tan cruciales como las guerras: causas, preparativos, justificaciones, acciones, consecuencias, la postguerra, objetivos, alianzas, etc. Si lo hizo en algunos casos, nunca ocupo un lugar destacado. Y eso es muy extraño porque las guerras han acompañado a la historia humana desde los tiempos más remotos. Prácticamente, en todas las épocas históricas conocidas y documentadas han existido guerras de diferente tipo. Se calcula que solo durante 800 años discontinuos no se registraron guerras dentro de un lapso de cerca de 5000 años. Y las guerras son siempre un producto geopolítico.
Quisiéramos recordar la intervención de un senador de Estados Unidos, luego de la derrota de Vietnam, cuando manifestó (cito de memoria) que, si en vez del ejército se hubiera enviado a un grupo de antropólogos, la guerra se hubiera evitado. La decisión, convicción y determinación del pueblo, auguraba que el triunfo norteamericano era improbable, como ocurrió realmente. El pensaba, correctamente, que un estudio antropológico hubiera servido para descubrir el verdadero caudal ideológico y político del pueblo vietnamita y su inquebrantable decisión de luchar hasta el final. Y esa característica estaba grabada en la historia de ese pueblo desde tiempos muy remotos.
En el ensayo mencionado, Umberto Eco extiende esta afirmación a otras guerras y otros ejemplos en las cuales los estrategas de los países beligerantes solo tenían conocimientos superficiales, estadísticos o descriptivos de los pueblos agredidos y, sobre todo, de sus enormes diferencias. Pero carecían completamente de un conocimiento verdadero del universo complejo y multiforme ideológico, religioso, étnico, histórico, de esos pueblos. Si analizamos el caso de la derrota de Afganistán por parte de EEUU, sospechamos que al invadir su territorio se carecía de una información profunda del verdadero estado de ánimo de la sociedad frente a un invasor. Pensaban que la gente saldría masivamente a recibir a sus libertadores y que aceptarían jubilosos una ocupación que los salvaría de las fuerzas talibanes. Ignoraban, además, que Afganistán es un mosaico de grupos étnicos que conviven desde hace siglos en un escenario de permanente desequilibrio y conflicto. Por esa razón no advirtieron que su presencia serviría para unificar la resistencia y neutralizar las acciones de grupos como la Alianza del Norte o los enfrentamientos entre chiitas y sunitas o las relaciones “subterráneas” con Pakistán, supuestamente un “aliado” de los invasores. Afganistán posee fronteras con Irán, Pakistán, Uzbekistán, Tayikistán, Turkmenistán y ¡China! Cada una de estas fronteras implica no solo la existencia de flujos de personas, objetos e información sino de todo tipo de influencias, en este caso fuertemente religiosas e inercias históricas de muchos siglos que esos pueblos recuerdan perfectamente. ¿Qué pasó entonces? Cuando los norteamericanos decidieron la retirada, las fuerzas armadas de Afganistán, entrenadas, armadas, y motivadas por los invasores, abandonaron el poder y dejaron vía libre a la restauración de los talibanes. El interrogante es si a EEUU le convienen los talibanes en el poder y muchos analistas sostienen que sí, porque constituyen una barrera contra Rusia y China en una zona tan neurálgica del mundo. Bien, son muchas las especulaciones. Lo cierto es que no solo existe un divorcio entre la geopolítica y el derecho internacional sino también, entre la geopolítica y las ciencias sociales aplicadas.
Hoy estamos ante guerras “híbridas”, volvamos sobre este punto, que exceden lo meramente militar, aunque éste sea el componente decisorio y definitivo de las controversias que no pueden solucionarse por otros medios. El poderío militar sigue siendo el arma más persuasiva y efectiva de la geopolítica, como ya consignamos.
La co-presencia en el “tablero” geopolítico del estado y otras entidades nos lleva a una cuestión central. Si los estados están obligados a encuadrar sus relaciones internacionales en el derecho internacional público y privado, aceptado por la mayoría de los estados: ¿Cuáles son los derechos y obligaciones de esas otras organizaciones no estatales?
Hoy vemos, por ejemplo, los conflictos que se presentan entre los estados y las corporaciones multinacionales y financieras en materia de regulación de inversiones, blanqueo de capitales, observancia de la protección de ecosistemas, manejo de las redes de información y comunicaciones, dominio privado de la ciencia y tecnología, etc. Entonces, tenemos dos situaciones: ¿Cómo se adecúa la geopolítica de un estado al derecho internacional y cómo se adecúan esos entes no estatales, que actúan dentro de los estados y en las relaciones entre estados, avanzando cada vez más en todo tipo de actividades productivas, distributivas, financieras mediante mecanismos de desposesión típicamente neocoloniales o imperiales?
Acudiendo a la “metáfora de tablero”, podemos referirnos a los juegos geopolíticos, influidos fuertemente por la teoría de los juegos. El tablero nos remite enseguida a un juego en particular: el ajedrez. Sigamos con esta metáfora. El ajedrez posee reglas estrictas. Dentro de esas reglas los participantes pueden elaborar infinidad de estrategias y tácticas. Asimismo, la geopolítica actúa mediante estrategias y tácticas. Pero, a diferencia del ajedrez, las reglas del juego son violentadas permanentemente como lo demuestra, sin ir más lejos, la cantidad de guerras “ilegales” libradas en los últimos 150 años. Incluimos aquí a las guerras entre estados, alianzas de estados, imperios coloniales y neocoloniales, etc. Algunas potencias han expresado explícitamente su derecho a desconocer las leyes internacionales y las resoluciones de la ONU. En las últimas décadas hemos visto invasiones a algunos países sin declaraciones de guerra formales encuadradas en la normativa internacional. EEUU ha impuesto el concepto de “guerra preventiva” auto-adjudicándose el derecho a intervenir militarmente en cualquier lugar del mundo donde “sospecha” que su nación o sus intereses corren algún riesgo.
El ámbito territorial de la geopolítica abarca todo el mundo a partir de la globalización y la consolidación de un “sistema mundo”. Sin embargo, estas son dimensiones de tal envergadura que la posibilidad de abarcar su complejidad, describirla, comprenderla y explicarla es, al menos, hipotética. Adorno decía que la totalidad es “la no verdad”, pero la tendencia de abarcarla y explicarla es legítima. Y éstas son ideas fundamentales, porque las innumerables fuerzas deterministas y el azar, están en la base del proceso mundial de conformación de un orden que está permanentemente sometido a una especie de entropía y reorganización que para muchos autores tiene más de “caos que de cosmos”.
A medida que los procesos mundiales tienden a dirigirse a un centro atractor capaz de establecer un polo, la sociedad mundial se enfrenta a varias crisis cuya resolución parece muy problemática; como la crisis ambiental y ecológica (con daños ya irreparables), la crisis del capitalismo actual en sus diversas formas, los conflictos étnicos y religiosos que resurgen con vehemencia cuando parecían fenómenos del pasado, las luchas separatistas y secesionistas en varios países (Cataluña, País Vasco, Escocia, Irlanda, Kurdistán, Quebec, Taiwán, Sahara (ex español), etc. Por otra parte, los avances científicos y tecnológicos ponen en valor territorios que hasta entonces parecían infértiles o carentes de recursos mineros, como es el caso de inmensas praderas revitalizadas por el regadío artificial o nuevas zonas con petróleo, litio o tierras raras.
Otro de los fenómenos contemporáneos que han impactado con mayor fuerza en la geopolítica de los estados y grupos de estados asociados es el terrorismo, en sus formas más variadas incluyendo al terrorismo de estado. El terrorismo no tiene una “patria” fija. Puede estar en todas partes incluyendo los países occidentales y el propio EEUU. Ya no quedan territorios a salvo de este flagelo. Los caminos emprendidos para combatirlo están muy lejos de ser eficaces y, en cambio, han contribuido a instalar una sociedad de la sospecha, el control, el espionaje de la propia sociedad, el cercenamiento de libertades y derechos, etc. Junto al terrorismo, se encuentra el narcotráfico, cuya existencia, justifica acciones militares e instalación de bases en todo el mundo.
Quizá el ejemplo más incontestable de desconocimiento del orden jurídico internacional se encuentre en el siguiente ejemplo. Luego del atentado a las torres gemelas, EEUU elaboró dos herramientas jurídicas que violan normas preexistentes con consecuencias geopolíticas. La primera fue la “U.S Patriot Act” de 2001, aprobada por el senado con 99 votos a favor y 1 en contra. Si bien esa norma se presume que tiene un alcance interno, su aplicación tiene un corolario injerencista a nivel internacional: permite toda clase de espionaje e intervención en la vida privada de los ciudadanos, pero también de las instituciones y de las organizaciones de cualquier nación que actúan en su territorio. Este sistema de control incluye cuentas bancarias, comunicaciones de todo tipo, actividades comerciales, realización de inteligencia en el exterior, nombramiento y designación de jueces, suspensión de habeas corpus, etc. También, permite a los presidentes y vicepresidentes a guardar secreto sobre sus actividades confidenciales.
La segunda norma que deriva directamente de la anterior, tuvo consecuencias ruinosas para la paz mundial con un altísimo costo de vidas y destrucción material. Se trata de la ley: “ The National Security Strategy of the United States of América” del año 2002. La llamada “doctrina de la seguridad nacional” que tuvo tanta influencia en la vida de los pueblos de América Latina, se transformó luego en “la doctrina de la guerra preventiva o ataque preventivo” que “se reserva el derecho de atacar preventivamente a cualquier nación del mundo que considere sospechosa de albergar intensiones terroristas”. (Graziano, 2004). En realidad, estas dos normas explicitan y legitiman legalmente actividades que EEUU ya venía realizando desde las sombras. Espionaje, mentiras, intervenciones, secretos y auto-victimaciones pasaron a engrosar la batería imperial pero esta vez a la luz del día, legalmente. Sin embargo, fue necesario que aparecieron expertos en sistemas de redes e inteligencia como Julian Assange o Edward Snowden, para saber hasta qué punto la intervención de EEUU en asuntos de otros estados se estaba consumando de manera permanente. ¡Cuántos temas de interés para la antropología! Ya los sociólogos avanzaron sobre una “Sociología del Secreto” (Giraud,207) . Pensemos que todos estos mecanismos son consustanciales con las organizaciones socioculturales y forman parte de su misma posibilidad de existir. Pero en este caso, nos interesa destacar su incidencia en los “juegos geopolíticos”.
Al adjudicarse la potestad de intervenir en cualquier lugar del mundo, EEUU inició una serie de invasiones e intervenciones, instalación de bases, despliegue de su flota en todo el planeta, multiplicación de sus sistemas de inteligencia (mas de treinta) reunidos bajo la coordinación de la Agencia Nacional de Seguridad, y la aplicación de sanciones económicas a todos los países considerados arbitrariamente hostiles. El plan de crecimiento de la OTAN y la intención de dominar a Europa mediante la superposición funcional OTAN/UE es la causante de la guerra actual entre Rusia y Ucrania. Vemos cómo los dos actores principales de la geopolítica mundial han apelado a la guerra: EEUU en Iraq, Afganistán, Siria, los Balcanes, Etiopía, Somalía, etc. y Rusia, por su parte, trazó una llamada “línea roja” para detener cualquier avance de la OTAN, incluyendo la guerra. China ha intentado no inmiscuirse en conflictos bélicos porque sabe que su fortaleza para adquirir cada vez más poder radica en su economía y en su ciencia y tecnología. Sin embargo, las últimas alternativas bélicas en Ucrania están generando una respuesta china en Taiwan, que podría culminar en una alianza anti-OTAN con Rusia, Pakistán e Irán. Ya existe una alianza económica que podría ser la base de una alianza más amplia pero que por el momento es solo económica, una lucha común contra el tráfico de personas y de drogas y de seguridad cibernética. Más allá de estos movimientos de los actores principales, existe una enorme cantidad de situaciones geopolíticas regionales, nacionales e incluso locales que se ven afectadas por los escenarios de mayor peso.
Lo cierto es que, desde la perspectiva del Derecho Internacional público y privado, podemos reiterar que no existe una organización mundial lo suficientemente sólida y poderosa como para intervenir en estos conflictos con algún éxito. Las Naciones Unidas carecen de capacidad de juzgar y sancionar las acciones ilegales; son impotentes para intervenir y hacer cumplir sus resoluciones.
Argentina es un país con una tradición de política exterior errática y difusa. Desde la perspectiva centralista de Buenos Aires, capital heredada de tiempos virreinales, podría decirse que ha perdido uno tras otro inmensos territorios que hoy son países independientes. De allí que las cancillerías argentinas no poseen en los gabinetes figuras que se destaquen por sus logros e inciativas. En el caso que nosotros hemos estudiado en profundidad, la región de la triple frontera (TF), fuimos incapaces de contrarestar la enorme ofensiva que incluyó a esta zona en parte del llamado “eje del mal”, concepto que ilustra la aplicación de la guerra preventiva. En este caso, hallamos numerosos trabajos de investigación muy valiosos sobre las fronteras realizados por antropólogos, sociólogos, historiadores, economistas, etc. Pero, en todos ellos, existe una carencia significativa respecto a la vinculación de la parte con el todo. Es imposible conocer realidades focalizadas en regiones o subsistemas nacionales sin tener un panorama que incluya en nuestro análisis a las vinculaciones entre los sistemas nacionales, internacionales e intranacionales, tanto públicos como privados. Esto incluye todos los sistemas que interactúan, cada uno de los cuales, sin importar sus dimensiones, posee arraigos territoriales o no. Todos contienen mecanismos de gestión de su poder intrínseco y del poder imbricado en la red de sistemas a la que pertenece.
La “globalización” está directamente vinculada con el proyecto neoliberal y surge como consecuencia y respuesta a los avances de fuerzas progresistas, reformistas y revolucionarias en las décadas de los 60/70 y luego en los 80. Es el momento en que el poder concentrado inicia una contraofensiva de gran alcance para garantizar sus ganancias sin frenos ni regulaciones y apoderarse poco a poco de todos los sectores de la economía, atacando y neutralizando el papel de los estados y de las organizaciones altermundistas y antisistémicas que, poco a poco, también se fueron globalizando, aunque con un menor grado de poder y organización. En este espacio de los movimientos y organizaciones sociales, la Antropología tiene un campo inmenso para sus investigaciones y su aplicación. Particularmente la Antropología Política, Jurídica, Económica y ahora Geopolítica.
En su obra, ya mencionada antes sobre globalización, Marc Abeles supone que la etnografía está en condiciones de operar en todos los niveles de la complejidad descripta como globalización. (Abeles,2012) Es aquí donde regresamos al principio. La etnografía, con todas las actualizaciones técnicas existentes, puede investigar infinidad de problemas EN la sociedad compleja. Pero, si se ocupa DE la sociedad compleja debe renunciar a su propia denominación, ya que no estudia solamente grupos o problemas étnicos (Etno-) y tampoco se dedica exclusivamente a describir (-grafía). Muchas veces utilizamos este término como es habitual por razones prácticas y retóricas más que científicas, porque es muy difícil desinstalar su sentido tradicional.
La Antropología no debe ser subsumida a un método o unas técnicas. Su objeto de estudio es omni-abarcativo y extensivo a toda clase de sistemas y subsistemas y no renuncia a la explicación como objetivo. En esta empresa mucho más ardua debe considerar que la sociedad y la cultura forman una entidad inseparable. La sociedad humana es un producto cultural emergente de una matriz biológica pero que obedece a otras leyes y determinaciones. Y, por su parte, la cultura es un producto social. Como creación humana escapa, sin embargo, a la posibilidad de un conocimiento directo salvo cuando nos vinculamos con individuos concretos, pero de los productos colectivos, el conocimiento es siempre indirecto y se realiza mediante metáforas, derivaciones o de modelos construidos. Cuanto más pequeño sea un universo sociocultural, más factible es la aplicación de técnicas etnográficas clásicas. Pero, ante la complejidad de sociedades con estado, imperios, organizaciones supraestatales, la Antropología debe acudir a metodologías y técnicas diferentes y trabajar de manera transdisciplinaria. Esa transdisciplinariedad debe operar también dentro de la antropología general con la Antropología biológica, la prehistoria, la arqueología, la historia, etc.
Finalizamos con un solo ejemplo: ¿Cómo comprender la geopolítica sin conocer la estructura jurídica internacional, la existencia de corporaciones multinacionales, la geografía política y económica, el papel de las organizaciones y movimientos no estatales, las heterogeneidades intra-estatales y regionales? El orden y desorden del mundo actual es un campo que desafía a la antropología. Nosotros creemos que puede mantener sus objetivos generales: “Todos los hombres, el hombre” (parafraseando a Julio Cortázar), pero a condición de multiplicar sus estrategias, métodos y técnicas, adaptándolas a los diferentes niveles de complejidad y, finalmente ocuparse de establecer las articulaciones y vinculaciones entre esos niveles. Éstos no son temas nuevos en nuestra profesión, pero lo que resulta nuevo es el escenario actual del sistema mundo.
La caja de herramientas del antropólogo
Damos por descontado que algunas afirmaciones que presentaremos ahora en este ítem, no serán del agrado de muchos colegas, comenzando por nuestra opinión acerca de la necesidad de separar analíticamente cuatro dimensiones de la investigación antropologica: la teoría, la estrategia o metodología, las técnicas aplicadas a la investigación empírica y la reflexividad. Solo visualizando nítidamente estos momentos, podremos explicar como se articulan y ensamblan en la praxis. Este análisis hubiera sido mas sencillo dentro de los parámetros de la antropología clásica. Pero, nuestro objeto de interés es ahora muy complejo y nos obliga a realizar actualizaciones.
Comenzaremos por distinguir la metodología de las técnicas. La metodología antropológica consiste en definir un tema de investigación y dentro de el un problema que queremos resolver. En función de ese objetivo seleccionamos las categorías teóricas iniciales para formula nuestras hipótesis luego de haber definido nuestras preguntas con esas mismas categorías. Recién después se seleccionan las técnicas para operar en la realidad empírica. Y es aquí donde necesitamos redefinir la “etnografía” sin desconocer su aporte insustituible para enfrentar ciertas situaciones concretas. Pero: ¿debemos denominarla todavía etnografía? ¿Por que mantener la raíz etno? ¿Por qué “grafía? Sería mejor hablar de investigación antropológica de campo y datos secundarios. Podemos hacer antropología sin haber hecho jamás un trabajo de campo. De hecho, muchos colegas lo saben por experiencia propia. Y eso no ha impedido que muchos de ellos hayan producido textos muy valiosos. ¿No necesitamos acaso abrirnos a otras ciencias como afirma Godelier, ya que es bueno reconocer que nuestros objetivos de máxima son muy ambiciosos: hablar del hombre en general, de todos los hombres, ¿de todas las diferencias y similitudes en la historia humana? Nada menos. Frente a una sociedad compleja no basta con nuestro bagaje tradicional. Los átomos están en moléculas y estas en tejidos y estos en sistemas, etc.
La situación internacional actual, 2022, se ha constituido en el escenario de conflictos geopolíticos de alcance mundial y de estrategias transparentadas como nunca había ocurrido desde la guerra fría y la caída de la URSS. La crisis de la unipolaridad de EEUU y su reemplazo por un mundo multipolar ha obligado a las potencias a “mostrar sus cartas” sin margen de simulaciones y discursos falsamente justificatorios tan habituales en las relaciones internacionales.
Es en este contexto de máximas dimensiones donde podemos observar sus impactos en los diferentes niveles de organización de los estados y las asociaciones de estados, hasta llegar a procesos locales y regionales. Y, también, en las acciones de todas las organizaciones y movimientos extra-estatales o mixtas.
“Estamos atravesando una transformación que marcará una época, que aún es incipiente pero ya esta mostrando su gran fuerza. Con el tiempo la hemos denominado “globalización”. Últimamente se le ha prestado gran atención al aparato emergente de las instituciones y las dinámicas globales, pero, si bien se trata de un cambio trascendental, esta transformación todavía no ha incorporado del todo la arquitectura mas compleja que hemos producido los seres humanos: la arquitectura del estado nación. En efecto, las instituciones y los procesos globales presentan un grado de desarrollo relativamente inferior al de las esferas privadas y publicas de cualquier país que funciones con cierto nivel razonable de soberanía” (Sassen, 2010:19)
Los (si)lugares antropológicos:
¿Pueden los antropólogos desempeñarse en el universo de la sociedad compleja nacional o internacional y en temas de geopolítica? Pensamos que si. Pero debemos redefinir nuestras practicas. Creemos que para lograrlo debemos aprender a derribar las fronteras entre disciplinas y ensamblar nuestro estilo de trabajo con otras practicas diferentes. Si ingresamos en el campo de la antropología jurídica, por ejemplo, para investigar temas de derecho internacional y geopolítica para comprender el impacto de macro estructuras sobre pequeños universos, debemos trabajan con juristas y otros especialistas.
En principio, todos los niveles y escalas en los que analizamos la GP-I, desde la GP-II, presentan espacios propicios para la práctica antropológica. Podemos abordar problemas que requieran una etnografía (o investigación de campo) clásica/actualizada/reflexiva, etc. y otros que aborden temas como la evolución multilineal, las sociedades complejas, la complejidad misma o las relaciones internacionales. Entre estos extremos de la escala existen infinitos temas y problemas de interés y pertinencia antropológicos. Nunca ha sido más cierta aquella reflexión de Terencio: “Soy humano y nada de lo humano me es extraño”. Eso sí, a condición de realizar una critica muy profunda de nuestras limitaciones y de las necesidades de “abrir las ciencias sociales” como proponía Wallerstein. Otros autores como Pierre Bourdieu u Maurice Godelier, rechazan las barreras entre las ciencias socioculturales.
Toda la tradición antropológica posee un inmenso valor como corpus de teorías, métodos, información, debates, etc. Y todo ese caudal está en condiciones de reformulaciones y combinaciones que contribuyan al conocimiento de la geopolítica. La inmensa complejidad de la sociedad mundial sigue siendo, en esencia, un producto cultural más. Una estructura que una vez generada, no puede ser observada de manera directa. Los hombres, portadores de la cultura, nos asociamos para crear productos culturales de las más diversas magnitudes, tanto materiales como simbólicos. Y luego, nos vemos en la tarea extremadamente difícil y, a veces casi quimérica, de conocer nuestras propias creaciones
Los que están aferrados a una antropología impotente para dar cuenta de la complejidad de la sociedad actual, y sobre todo, del sistema mundo, deberán ceñirse a espacios y universos muy restringidos. Por el contrario, los antropólogos que aspiran a describir, comprender y explicar la realidad contemporánea en su complejidad deben redefinir sus estrategias, métodos, técnicas, teorías y sobre todo su apertura hacia otras ciencias.
Dejamos un final abierto para pensar en todos los espacios, esferas, ámbitos, niveles, escalas, etc. de la realidad sociocultural donde podemos realizas nuestros aportes al estudio de la geopolítica. Debemos pasar de una reflexión científica a una acción política en los centros de decisión geopolítica. ¿No sería necesaria la incorporación de una sección de antropología sociocultural y jurídica en la cancillería? Cierro con ese interrogante.
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